Un extraño okupa llega a València
Si vives en València o su entorno, es posible que en las últimas semanas hayas visto unos pequeños bichos marrones en la fachada y portales de algunos edificios o colándose en tu casa. Algo que probablemente nunca habías visto. Empecemos por confirmar todo esto: Sí, efectivamente quiere entrar en tu casa, y se trata de un chinche asiático que acaba de irrumpir en la ciudad ¿Qué quiere hacer dentro de tu casa y cómo ha llegado hasta aquí?
Se trata de la chinche parda marmorada (Halyomorpha halys), proveniente de China, Japón, Corea, y Taiwán. Unos epítetos que son evidentes pero que permiten diferenciarlo de la gran mayoría de chinches autóctonos similares a ellos que tenemos en la Comunitat Valenciana, que coloquialmente conocemos como “escudos”, por su forma, o “pudentes”, por el olor que tienen cuando se sienten amenazados. Simplemente por precisar sobre esto, lo de "marmorada" proviene de uno de sus rasgos característicos, unas bandas claras alternas con bandas oscuras en el borde exterior del abdomen.
Polizón por naturaleza
A pesar de tener ese origen tan lejano, en las últimas décadas se ha establecido en muchas partes de América del Norte y ha llegado recientemente a Europa y América del Sur. ¿Y cómo ha llegado hasta aquí? Como buena especie exótica invasora, su biología le permite “irse de aventura”: le gusta esconderse en los vehículos de motor (coches, camiones, etc.), lo que le permite colonizar fácilmente nuevos territorios.
Si a eso le sumamos que es un chinche que se ha adaptado a vivir en ciertos cultivos asiáticos que se exportan a medio mundo, lo tiene todo hecho para, escondido en cajas y contenedores, colarse en barcos y aviones como si fuera un polizón y colonizar medio mundo. En Europa, la chinche parda marmorada apareció por primera vez en Suiza, en 2007. En 2012 ya estaba en Alemania, Francia e Italia. En Estados Unidos, apareció antes, en 1998. Es lo que tiene la globalización.
La chinche parda marmorada (Halyomorpha halys), Foto: Pablo Vera.
En la Península Ibérica se observó por primera vez en 2016, en el Campus universitario de Girona. Desde entonces, se ha extendido rápidamente por todo el litoral catalán (Girona, Barcelona y Tarragona), pero también en Madrid, San Sebastián, Sevilla y ahora en València, gracias a las conexiones logísticas y comerciales que unen estas grandes ciudades. Por el momento, la mayor parte de las observaciones son en entornos urbanos, principalmente por la mayor presencia de personas que pueden observarla, y también por el refugio que suponen (sobre esto volveremos en breve). Aunque como bien os imaginaréis, viviendo en medios agrícolas en su zona de origen, y siendo un insecto que se alimenta de jugos vegetales, poco tiempo ha tardado en estar presente en estos ambientes.
En la otra parte del mundo, pero como en casa gracias a la jardinería
Y es que, en ocasiones, esto de que las especies cumplan su ciclo vital tiene su complicación: como cualquier especie, tiene la “manía” de comer para vivir. Haciendo gala de otro de los caracteres de las especies exóticas invasoras, es sumamente adaptable, y puede cumplir su ciclo vital aprovechándose de frutales, plantas hortícolas, cultivos de gramíneas y… ¡oh, sorpresa! de una gran variedad de plantas ornamentales.
De nuevo, volvemos a resaltar el hecho de hasta qué punto la jardinería es importante para reducir la capacidad de colonización de especies exóticas. Si además de facilitarles los viajes intercontinentales, nos dedicamos a plantar especies de todo el mundo, estamos poniéndoles una alfombra roja para que se instalen en nuestras ciudades. Puede que algunas especies mediterráneas no sean tan vistosas como algunas asiáticas, americanas o sudafricanas, pero ayudan a que la fauna autóctona entre en las ciudades, y se lo pone más difícil a la exótica. Una fauna exótica que … ¡oh, nueva sorpresa! puede desequilibrar los maltrechos ecosistemas agrícolas y causar grandes plagas y pérdidas económicas.
La chinche parda marmorada (Halyomorpha halys), Foto: Pablo Vera.
Y, es que, como se adapta a casi todo, existe el riesgo de que acabe dañando a algunos cultivos. Algo que ya está ocurriendo, por ejemplo, en Italia. No es una situación dramática a nivel general, ya que su afección suele ser local y causar problemas sobre el crecimiento de las frutas y hortalizas. A muchos esto nos da igual, ya que entendemos aquello de que la imperfección es propia de la naturaleza, pero las distribuidoras y los intermediarios no valoran igual una caja de melocotones perfectos que otra con estos melocotones deformes.
La dificultad para su control es que ha encontrado en las ciudades un refugio, donde la actuación es muy limitada. ¿O queréis que el cielo se cubra de avionetas fumigándonos por un chinche? En el IRTA (Institut de Recerca i Tecnologia Alimentàries) llevan desde 2016, el mismo año de su detección, realizando estudios sobre su biología y testando sistemas para controlarlo eficazmente en el mismo tipo de cultivos que tenemos por aquí: huertas y frutales arbóreos. Una tarea que no es fácil, dado que comparte hábitat con muchos chinches autóctonos que son muy parecidos.
Alerta okupa
Y a todo esto… ¿por qué intentan colarse en casa durante estas semanas? Pues sencillo, para refugiarse del invierno aprovechando el calor de nuestros hogares y esperando la llegada de la primavera. Pueden simplemente quedar quietos esperando en el quicio de una puerta, en la esquina de una pared, o esconderse en cajas eléctricas y cuartos de máquinas, donde pasarán un invierno calentito.
Es muy importante decir que son completamente inofensivas, no hay que entrar en pánico ni hay que temer por su presencia por mucho que nuestro instinto de supervivencia se active y nos haga echarlos a escobazos de la casa, darles con una revista o pisarlos sin piedad, sobre todo si entran varios individuos. Bueno, lo único es que, como otros chinches autóctonos es una “chinche hedionda”: cuando se sienten amenazados, excretan una sustancia de olor desagradable por glándulas localizadas en el abdomen y tórax. Muchos lo hemos sufrido y sabemos que es un hedor que se pasa en segundos y facilita que el bicho se escape mientras nos arrepentimos de ponerle la mano encima. Pero ojo con nuestros compañeros gatunos, que jugando con ellos pueden sufrir un pequeño percance y pasarlo mal un ratito si de repente reciben cerca esa excreción.
Apenas 4 años después de su llegada, resulta imposible erradicarla, así que la única opción es controlar medianamente su población, aprovechando que buscan refugio en las ciudades para pasar el invierno. La solución, si no queremos ser demasiado violentos, es atraparlos y ponerlos en agua y jabón (los típicos insecticidas que se tienen en las casas no les afecta en absoluto, así que puedes evitar usarlo y rociarte con el producto, aunque sea de manera colateral). Pero ojo, hazlo SOLO SI SE ESTÁ COMPLETAMENTE SEGURO DE SU IDENTIDAD. Fíjate en las principales reglas de identificación: tienen dos bandas claras en las antenas y la cabeza cuadrada, de la forma que viene reflejada en esta infografía.
La ciencia ciudadana, una herramienta para su control
En cualquier caso, la ciencia ciudadana es clave para conocer estas especies y trabajar en prevenir su impacto. Si las ves, antes de acabar con ellos (si decides hacerlo), recuerda tomar fotografías y subirlas a aplicaciones como Biodiversidad Virtual o iNaturalist. Allí, cientos de expertos identifican las fotografías que se suben, y toda la información aportada por ciudadanos como tú o como yo, permite conocer mejor su biología, requerimientos y distribución. Pero lo más importante: son herramientas de detección temprana, imprescindibles para el control de las especies exóticas invasoras, y desencadenan herramientas para su control local.