Por el Valle de Estós a ritmo de raquetas

Los Pirineos albergan lugares recónditos y llenos de fuerza natural como es el Valle de Estós, en el Parque natural Posets-Maladeta, en Huesca. Iniciamos una ruta equipados con raquetas para facilitar nuestro avance sobre la nieve desde Benasque hasta el refugio de Estós, a 1890 metros de altura, atravesando un paisaje modelado por el frío entre bosques de abetos y pino negro.

La previsión meteorológica anuncia nevadas generalizadas en el Pirineo para el fin de semana que tenemos programada la excursión, pero el parte prevé algunos claros que nos deciden a iniciar el camino tras consultar con los guardas locales. La seguridad debe ser siempre una prioridad antes de iniciar cualquier expedición por modesta que sea. El objetivo es un trazado de unos 16 kilómetros de ida y vuelta en dos etapas, desde Benasque al refugio de Estós, donde haremos noche. Nos guía el experto montañero de Bocairent Vicent Alcaraz, que a lo largo de su trayectoria atesora ascensos a picos como el Stok kandri (a 6.153 metros) en el Himalaya, el Kilimanjaro, el Potosi en Bolivia o el Toukal al Atlas marroquí. En la expedición también participa el profesor e investigador de la Universidad de Valencia, Antonio Camacho, experto en microbiología y aguas continentales que ha participado en cinco campañas en la Antártida. Completa el grupo un gran conocedor de la geografía y la fauna valencianas, el concejal de Monserrat Pepe González, que dedica la mayor parte de su tiempo a otra profesión de alto riesgo, la de copropietario del Murta, junto al gran Albert, establecimiento de referencia en el barrio de Benimaclet, en Valencia.

Foto de Félix Tena

Después de una noche de lluvias persistentes en Castejón de Sos, donde hemos velado las raquetas, el día se levanta nublado pero sin que caiga una gota y el grupo inicia el camino cerca de Benasque a unos 1300 metros de altitud. Nos esperan desniveles de 700 metros hasta llegar a nuestro destino de parada y fonda. A poco de comenzar la marcha cruzamos el embalse de Estós, lleno hasta la bandera, mientras el tiempo nos respeta. Aunque el sol no acaba de salir la temperatura no es extremadamente baja, y se sitúa en torno a los 3 grados positivos. La primera parada se produce en la cabaña de Santa Ana para calzarnos las raquetas que nos permitirán avanzar mejor sobre la nieve, que en algunos puntos supera los 50 centímetros de espesor después de las nevadas de la noche pasada.

Extensos bosques de abetos dominan el paisaje salpicados de rodales de pino negro (Pinus uncinata). Antonio Camacho nos señala también la presencia de grupos de castaños, que empiezan a sacar sus florescencias (la ruta se produce al principio de marzo). Antiguos ejemplares de boj exhiben su madera, tan apreciada para la confección de cayados y otros utensilios tradicionales. Algunos hayas completan los representantes de la frondosa botánica que se concentra en las partes más bajas de esta zona de los Pirineos, por donde continuamos ascendiendo.

20 de abril del 90

En medio de una llanura, medio enterrado en la nieve, sobresale el techo de otro refugio que ofrece al caminante amparo ante el frío y el viento. Es la conocida cabaña del "Turmo" o del "Tormo", popularizada por el grupo Celtas Cortos en su canción emblemática 20 de abril del 90 con aquella estrofa de: "¿Recuerdas aquella noche en la cabaña del Turmo, las risas que nos haciamos antes todos juntos? ". Recordamos aquellos tiempos de juventud mientras retomamos fuerzas preparando lo que nos resta de ruta, que habitualmente es el tramo más complicado del camino.

Caminamos por un valle de origen glaciar vigilados por la presencia del macizo Perdiguero, que tiene el pico a 3.221 metros. El camino de adentra entre bosques en el último tramo de la ruta. En la alfombra blanca de la nieve ha dejado sus huellas un animal ungulado, posiblemente un rebeco o "sarrio" (Rupicapra rupicapra) como es conocido ese herbívoro en estas tierras de Aragón.

La marmota y el urogallo

Avanzamos laboriosamente mientras el trazado aumenta la pendiente para hacer más atractivo el final de etapa, que no ha ocupado poco más de 5 horas de camino. A la puerta del Refugio de Estós, nos recibe Nando, el guarda del establecimiento que nos cuenta que todas las otras reservas han sido canceladas debido a la mala previsión meteorológica. Como únicos habitante del refugio escuchamos las dificultades que supone durante el invierno mantener abastecido de víveres el lugar. El guarda nos habla de la abundancia de la marmota en el valle, un roedor introducido por los cazadores, procedente de los montes Tatras (en Polonia) y los Alpes que a partir de los años 70 del siglo XX se ha reproducido con abundancia en los Pirineos. Mucho más difícil de ver es el urogallo (Tetrao urogallus), una rara y amenazada gallinácea en grave retroceso que en Aragón tiene unos 80 machos censados.

El nuevo día es recibido por una intensa nevada que nos decide a iniciar el camino de vuelta sin perder demasiado tiempo a ritmo de raqueta, pero disfrutando siempre de un paisaje lleno de invierno y con el atractivo más salvaje de los Pirineos.

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