La paja del arroz ¿Residuo o recurso?

La aparición de peces muertos en la Albufera después del último temporal ha puesto en la agenda pública de nuevo un tema recurrente en el mes de octubre en València: el problema de la paja del Arroz. La polémica se ha agravado este año por la concatenación de varias circunstancias, la principal las altas temperaturas junto al último temporal que supuso la inundación de la Albufera a niveles que no se recordaban provocando grandes daños; pero también porque las medidas adoptadas para acabar con el problema de la paja una vez más se han demostrado insuficientes o ineficaces.

En la Albufera de Valencia todos los años aparecen muertos peces, sobre todo carpas (especie invasora), debido a la anoxia en los campos debido a la putrefacción de la paja. Pero este año la mortandad se ha hecho más visible debido al temporal que ha arrastrado la paja de arroz que no había sido retirada o fangueada en los arrozales del norte desde Sollana hasta Valencia, donde estaba prohibida este año la quema, y que ha acabado pudriéndose, desencadenando el fenómeno de la anoxia, que ennegrece las aguas y las deja sin apenas oxígeno. Un fenómeno que tiene efectos negativos sobre la biodiversidad de la laguna y sobre todo en la fauna bacteriana que infecta las nuevas plantas destruyendo muchas de ellas, recortando o poniendo en peligro, incluso, la siguiente cosecha arrocera. 


No es de extrañar que un año más, con el reclamo sensacionalista de los peces muertos, todos los actores involucrados exageren el discurso para llevar el asunto a los intereses propios, llegando incluso a ámbitos políticos que, sin duda, encona el enfrentamiento entre colectivos ya de por si enfrentados por este tema. 


Todos aman la Albufera

La paradoja es que todos, agricultores y ecologistas, aman la Albufera y depende de ella tanto económica como ambientalmente. Se puso de manifiesto este mes de noviembre cuando se avanzó en la creación de un Consorcio de Gestión Ambiental de la Paja del Arroz. Una iniciativa de la Consejería de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica de la Comunidad Valenciana, junto con  consejos agrarios locales, la Federación de Cooperativas Agroalimentarias de la Comunidad Valenciana, entidades ecologistas, sindicatos agrarios y comunidad de regantes. En palabras de Paula Tuzón, secretaria autonómica de Emergencia Climática y Transición Ecológica, después de la reunión previa para la puesta en funcionamiento de esta Comisión Interdepartamental, marca la voluntad de todos los agentes implicados de colaborar en la "imprescindible armonización entre los usos y la conservación de los valores naturales, culturales, agrícolas y paisajísticos del Parque Natural de la Albufera".

¿Cuál es el motivo entonces para que no se pongan de acuerdo en una gestión eficaz y sostenible del residuo de la paja del arroz? Hay un poco de todo, desde una gestión poco eficiente de la administración competente, pasando por intereses económicos, ayudas europeas por medio, de los agricultores, a unos titulares sensacionalistas que enconan los ánimos. Tanto organizaciones agrarias como  ecologistas han salido al trapo en diversos comunicados volviendo, un año más, a un debate efímero, que reabre heridas y que tira al traste proyectos de gestión acordadas entre todos. 

Para los agricultores lo más recomendable es la quema y su prohibición es la causante de los daños medioambientales. En un comunicado el responsable de la sectorial del arroz de AVA-ASAJA, Miguel Minguet, explica que “no es la primera vez que las limitaciones a la quema de la paja causan este desastre medioambiental, pero queremos que sea la última, y para ello hay que aprender de los errores. Estamos de acuerdo en que la retirada y la revalorización debe ser la prioridad a la hora de gestionar este residuo, pero todo aquel que no pueda ser retirado por falta de tecnología debería ser incinerado, siempre de una manera ordenada y controlada para evitar molestias a la sociedad, porque a día de hoy es la mejor solución agrícola y medioambiental”.


El problema de la quema

Pero es que desde 2008 la Unión Europea prohíbe la quema de este residuo agrícola ya que la incineración presenta graves problemas ambientales y de salud humana.. Y, como recuerda Acció Ecologista Agro en un comunicado, la quema de la paja es una excepcionalidad que concede la Cosellería de Agricultura ante la complejidad del problema. Agro también recuerda que desde hace tres años “la Consellería propuso, con el apoyo de los agricultores, un plan de cuatro años de duración para reducir las queemas y promover otras medidas de gestión de la paja. Se dividió el arrozal de la Albufera en dos zonas y cada año la Consellería permite quemar en una de ellas. Además, la administración está aportando dinero público para empacar y distribuir paja de manera gratuita”.


El grupo ecologista denuncian también la mala aplicación de Política Agrícola Comú (PAC)  ya que “en el Parque Natural de la Albufera los arroceros reciben una ayuda económica dentro de la Política Agrícola Común (PEC) europea para llevar a cabo unas determinadas prácticas para la mejora del medio ambiente. Son las llamadas ayudas agroambientales para compensar los gastos que supone la gestión de la paja del arroz para “evitar aguas negras”. Ahora mismo se recibe esta compensación para elegir entre una serie de opciones entre las cuales, de manera excepcional, se permite la quema”.

Parecia un pacto equilibrado. Por un lado los agricultores reconocían que la alternativa más limpia es la retirada y reutilización de la paja y cobran una compensación por las molestias y, por otro, las organizaciones ecologistas aceptaban las quemas de una maneta ordenada y controlada debido a la complejidad de retirar toda la paja de los campos a tiempo entre la cosecha y la llegada de lluvias en otoño. 

¿Hay alternativa a la quema?

Desde luego que si. El fanguej es uno de los más comunes. Se trata de incorporación de la paja del arroz, parcial o totalmente, al suelo lo que aumenta el contenido de nutrientes que redunda en una mejora de los rendimientos. Algo habitual en la Albufera y que se debería haber hecho en los campos que han provocado el problema.


Pero en un horizonte de emergencia climática y economía circular la reutilización de la paja del arroz es una alternativa viable. La paja puede utilizarse en diversos sectores productivos como el sector manufacturero, incluida la producción de papel, el envasado de alimentos y los materiales de carbono activado; en el sector de la construcción como material de bioconstrucción o aislamiento térmico y como fuente de energía renovable para producir biocombustible (bioetanol), biogás y electricidad; en la ganadería y agricultura para acolchado de huertas y compostaje; en el diseño con impresoras 3D llegando a utilizarse experimentalmente en Fallas. Recientemente se está trabajando en la quema en condiciones controlados debido la gran cantidad de  ceniza rica en sílice, un material inorgánico ampliamente utilizado en una amplia gama de aplicaciones como vidrios, fibras ópticas, aditivos alimentarios, aislantes eléctricos y térmicos, absorbentes y productos farmacéuticos o para la eliminación de nitratos en el tratamiento del agua como en el caso del proyecto europeo LIFE LIBERNITRATE.


El problema está en el alto coste de la recogida y empaquetado de la paja que lleva a algunos agricultores a dejarla en los campos a pesar de las ayudas europeas. Desde 2014 Acció Ecologista-Agró y L’Aixada com Eixida promueven el Banco de Paja, una iniciativa que propone una solución a la gestión de la paja del arroz al Parque Natural de la Albufera, para que deje de suponer un problema ambiental en su ecosistema y para que se vuelva a visibilizar como un recurso y no como un residuo. Durante estas dos últimos años el Ayuntamiento de Valencia financia las máquinas empaquetadoras de paja que este año se ha ido repartiendo de forma gratuita a personas interesadas, principalmente profesionales de la ganadería y la agricultura. En una nota de prensa el Ayuntamiento calculaba que se han recogido este año 439 toneladas de paja de arroz en València, el triple que en 2019. 

Quizás lo que necesite la albufera sea menos crispación y más apoyar una gestión eficiente, coordinada y eficaz de los residuos agrícolas que beneficie la conservación de este espacio natural único en Europa y que tantos beneficios ecosistémicos proporciona a València. Quizás sea también necesario incentivar y subvencionar a empresas y emprendedores que utilicen este residuo como materia prima en su producción (economía circular) y no sólo a los agricultores que en algunos casos no cumplen con su obligación.

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