Jardín mediterráneo de l’Albarda

En Pedreguer, en la comarca alicantina de la Marina Alta crece el Jardín de l'Albarda, una joya botánica hecha con plantas autóctonas. Abierto al público, está diseñado para cumplir uno de los objetivos de FUNDEM, la potenciación de la jardinería mediterránea con especies autóctonas. Nuestro colaborador y biólogo Batiste Miguel lo recorre en compañía de su propietario Enrique Montoliu.

En Pedreguer, municipio alicantino de la Marina Alta, muy próximo a la turística Denia, se encuentra el Jardín de l'Albarda. La Fundación FUNDEM lo creó en 1990, gestionándolo desde entonces con los más estrictos criterios de sostenibilidad ambiental. Además de su gran biodiversidad botánica, l’Albarda recrea la imagen de los antiguos jardines renacentistas valencianos, influenciados por la cultura árabe. Estas características han hecho que el jardín esté reconocido por la Universitat Politècnica de València y galardonado con el premio Magister de Paisajismo en 2002. Un modelo de referencia en el mundo de la jardinería mediterránea en cuanto a la implantación o restauración de jardines, sean públicos o privados, a fin de preservar el paisaje.


Sobre una superficie de 50.000 m², este jardín alberga más de setecientas especies de plantas autóctonas, incluyendo varios endemismos. Es una prueba fehaciente que no es necesario recurrir a especies exóticas para llevar a cabo una jardinería bella y creativa, sino que puede hacerse con plantas autóctonas, adaptadas a las condiciones ambientales y ecológicas locales, lo cual hace posible un uso sostenible de los recursos, especialmente del agua, favoreciendo además la conservación de la biodiversidad.

Un camino flanqueado de cipreses y olivos conduce a la finca, presidida por una villa con cierto ambiente italiano y con muchos metros cuadrados de vegetación exuberante, donde el arrayán, la vinca, el acanto y el lentisco alternan con naranjos amargos, granados, palmeras y laureles.

 Enrrique Montoliu y Batiste Miguel

Y el bosque, donde árboles autóctonos como el gal·ler o roble valenciano, la carrasca, el alcornoque y el almez sobresalen de un sotobosque con matorral mediterráneo.

Y también están las rosas, que junto con jazmín y la flor de azahar impregnan el aire de aromas que, especialmente en el Jardín Morisco-Valenciano, pueden transportarte hasta los exóticos jardines de Al –Andalus.

Y el agua, la cual, presente en todo el jardín, además de arrullar al visitante con su murmullo, favorece la presencia de una fauna rica y variada.


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