Hechos y no palabras: del falso fracaso de la COP21 a una vía valenciana hacia la sostenibilidad

Se han aclarado ustedes en si la cumbre de París sobre Cambio Climático (la famosa COP21) fue un éxito o un fracaso? Si aún no han logrado decidirse, no sufran: en las redes, los artículos de opinión y los centros de investigación aún continúa el debate. A los gobiernos, sin embargo, la cosa está clara: hay que vender el éxito del acuerdo que se alcanzó en diciembre pasado. El texto parece pues materia maleable, interpretable, y la pregunta correcta no es pues sobre la bondad del mismo, sino sobre si hay motivos para el optimismo; si es (o no) un avance respecto de lo que teníamos. Para los impacientes ya los adelante mi opinión: sí, es un paso adelante. Y de los buenos.

Fuera de España la sensación es que el acuerdo es positivo, estimulante y ofrece posibilidades reales de avanzar en la lucha contra el cambio climático. Aquí, sin embargo, muchas organizaciones ecologistas (y parte del gobierno autonómico valenciano) han sido extraordinariamente duras en sus valoraciones del documento final que salió de París. ¿Es útil ese enfoque? En mi opinión, y dejar que os explique el porqué, no: es contraproducente.

Llevamos años -dècades ya- dibujando futuros catastróficos, con tormentas bíblicas y ciudades engullidas por el mar, extensiones inabarcables de arcilla descuartizada y termómetros a punto de explotar. Ha servido de algo? No. Hemos FRACASADO, en mayúsculas y en primera persona del plural. El conocimiento que tiene la población sobre el cambio climático ha mejorado, ciertamente, pero esto no ha ido acompañado de una alteración significativa de hábitos, o de la modificación de preferencias y prioridades políticas o sociales. Le hemos ofrecido un porvenir negrísimo a la gente, y la gente -sabiamente- ha decidido aprovechar el tiempo ahora que todavía puede comprar billetes de avión a bajo precio, quemar gasolina barata en el coche y comer fruta del otro extremo del mundo. Hemos incitado al personal a aprovechar el fin de fiesta, porque total, si todo acaba aquí nada... para qué cambiar? Si haga lo que haga estamos abocados a un futuro peor, por qué no exprimir al máximo el presente? .

Necesitamos ofrecer un horizonte en positivo. Si para hacer frente al cambio climático exigimos un esfuerzo colectivo sin precedentes en la historia humana, tenemos que dibujar un mundo mejor al final del camino. Tenemos que hablar de una sociedad más justa, más saludable, más limpia, más feliz, más avanzada, más próspera. Debemos repetir -porque así es- que luchar contra el cambio climático es luchar por un mundo mejor. A ustedes ¿qué les motivaría más a modificar sus hábitos, la amenaza de que si no lo hacen en un futuro todo irá mal, o la certeza de que cuando antes empiezan a cambiar mejor porvenir les esperará? Posponemos al máximo lo que nos incomoda o no nos apetece hacer (como escribir un informe, ir al dentista o colgar un cuadro de la pared), porque preferimos dedicar nuestro tiempo a algo con la que disfrutamos. Y si cambiamos el paradigma y conseguimos transmitir que luego cambiamos para adaptarnos al cambio climático estaremos mejor que antes?.

Hay que ser optimistas

Es en este sentido en el que creo que hay que ser optimistas con , porque es una herramienta con la que podemos avanzar. Es imperfecto, insuficiente y demasiado inocente, pero es un camino, y también un punto de inflexión: hemos decidido que queremos un futuro sin energías fósiles. Hemos decidido también los plazos, los umbrales, hemos implementado mecanismos que sabemos hacer funcionar y hemos hecho una campaña comunicativa extraordinariamente potente. Hemos cerrado también definitivamente el debate científico. Y es indudablemente un avance respecto a Copenhague e incluso respecto de lo que nos temíamos antes de la cumbre. El escenario post-París, eso nadie lo podrá negar, es mejor que el pre-París.

Y sí, podemos (debemos!) Ser críticos con el acuerdo, pero si nos dedicamos desde el minuto cero a desprestigiarlo, a atacarlo con virulencia ... ¿Qué nos queda? ¿Como encendemos la chispa del cambio en la gente, si les estamos diciendo que la mejor herramienta de la que disponemos no vale nada? ¿No vale la pena exprimir al máximo las posibilidades del y exigir mejoras sucesivas en las revisiones de los objetivos?

Este mensaje es el que hemos entendido muchos de los que nos dedicamos a las cuestiones ambientales, y que nos venimos mirando con interés y preocupación todas las negociaciones sobre el calentamiento global desde hace muchos años. Destacados activistas y científicos de todo el mundo han mostraron una moderada satisfacción con el resultado de París, porque saben que no podemos continuar ofreciendo miedo, desesperanza y negrura. Es hora de iluminar el camino.


La guinda del pastel

El primer cese del Consell por causes políticas se ha producido en el área ambiental: Juan Piquer sustituye a María Diago al frente de la Dirección General de Cambio Climático y Calidad Ambiental. La conclusión lógica que podemos extraer, por los perfiles de los implicados, es que se quiere potenciar el área de gestión de residuos, dado que Piquer es un técnico cualificado en el asunto. Dinámicas internas de partido al margen (Diago era uno de los pocos, si no el único, cargo de Podemos en el Consell), lo cierto es que la directora general había sido invisible a los medios (incluso a algunos especializados en medio ambiente, como Samarucdigital, donde su nombre no aparece recogido en ninguna noticia). Y aunque la Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente presente un perfil mediático preocupantemente bajo, sorprende la no presencia de un área que lo ha tenido todo de cara para hacerse visible, dado el contexto político y mediático actual, que ha posicionado el cambio climático en primera línea de la agenda.

¿Será el cambio climático una prioridad para Piquer, o verá como el lío maquiavélico de la gestión de los residuos acapara toda su dedicación? Esperamos que el nuevo DG encuentre tiempo para implicarse más a fondo. Porque lo cierto es que lo que tampoco podemos hacer es criticar con dureza un acuerdo sobre cambio climático si nosotros, después, tampoco somos capaces de pasar de las palabras a los hechos.

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