Los búhos también invernan en el litoral

Seguramente conocéis varias especies de rapaces nocturnas que habitan cerca de la costa. Los mochuelos y lechuzas utilizan ambientes y lugares muy similares a los de cría para pasar este período (las lechuza incluso pueden criar en los inviernos más templados si tiene alimento). También los autillos y búhos chicos pueden criar en zonas arboladas muy próximas a la costa. Sin embargo, otra especie nos visita en invierno desde muy lejos para establecer sus territorios de caza en zonas abiertas de los humedales costeros, posiblemente muy cerca de tu casa: el búho campestre.

El búho campestre (Asio flammeus) presenta una amplia distribución durante el periodo de cría. Así, ocupa la mitad norte de Norteamérica, la mitad sur de Sudamérica, y a lo largo de las latitudes frías de Asia y Europa. De hábitos migratorios o parcialmente migratorios, los búhos campestres europeos se desplazan hacia latitudes más templadas durante el inverno, y algunos de ellos llegan incluso a cruzar el desierto del Sáhara para pasar el invierno en la mitad sur de África.

La especie muestra un patrón de movimientos muy complejo. Por un lado muestran una migración en “salto de rana”: las aves reproductoras en las Islas Británicas y del entorno del mar del Norte realizan migraciones cortas, mientras que las aves de localidades más septentrionales (principalmente regiones boreales y Europa continental) migran una distancia mayor para invernar en localidades más meridionales (Mediterráneo y norte de África), “saltando” por encima de sus congéneres. Este es, por ejemplo, el caso de un ejemplar invernante en l’Albufera y que fue recuperado a más de 3.000 km de distancia, en Rusia.

Movimientos erráticos

El búho campestre se alimenta principalmente de topillos y otros roedores pequeños y medianos, como pueden ser los ratones de campo, musarañas o incluso rata de agua. Resultan unas aves hasta tal punto dependientes de la disponibilidad de alimento que pueden realizar movimientos erráticos de miles de km en busca de un lugar adecuado para alimentarse. Esto lleva a que apenas muestren querencia por el lugar de cría o nacimiento, pudiendo establecerse como reproductores a más de mil kilómetros del lugar de nacimiento en lugares con abundancia de topillos y otros roedores.

Como buena ave nómada durante el invierno, su abundancia se relaciona con dos parámetros básicos: dinámica poblacional de los roedores que componen su dieta, y las condiciones climáticas en áreas de invernada septentrionales. Así, en años de fríos inviernos, y ante la falta de alimento en zonas de Europa central, los búhos campestres migran más lejos y llegan en grandes números hasta la Península Ibérica. Por otro lado, una dinámica poblacional que produce explosiones demográficas cada 3-4 años de topillos provoca que haya ciclos con aumentos notables de las poblaciones invernantes y reproductoras de lechuzas campestres.

Dado que comparten hábitat de campeo tanto en verano como invierno, las zonas con mayor presencia de invernada en España se corresponden con las zonas potenciales de reproducción de la especie: las amplias regiones cerealistas, de barbechos y rastrojos, de Tierra de Campos, en las provincias de Valladolid, León, Zamora y Palencia, así como Extremadura y el valle del Ebro en Aragón, donde cíclicamente se producen aumentos notables en las poblaciones de topillos. Al no ser en absoluto aves filopátricas si no que eligen su lugar de reproducción por la disponibilidad de hábitat y alimento, estas zonas pueden ocuparse por aves en migración desde el sur o por las propias aves invernantes. De hecho, en 1994, un año en el que se produjo un fuerte aumento poblacional de los topillos en estas regiones, y siendo anteriormente ocasional la cría del búho campestre en España, se estimó una población de unas 360 parejas centrada en estas mismas áreas. En la actualidad, la población es mucho menor, con citas esporádicas de cría en un área de distribución que incluye principalmente las dos mesetas.


Un veneno

Sin embargo, el búho campestre no escapa de la tenacidad con la que algunas administraciones olvidan el papel que las rapaces diurnas y nocturnas juegan como controladoras de las llamadas “plagas” de topillos. En fechas recientes, la Junta de Castilla-León ha logrado del Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA) la excepcionalidad para el uso de bromadiolona para combatir la abundancia de topillos en esta región. Un producto que está fuera de las listas de productos fitosanitarios del propio MAPAMA y que no es sino un veneno que, si nada lo impide, además de afectar al topillo campesino entrará en la cadena trófica teniendo efectos negativos sobre cualquier predador de estos topillos, incluyendo milanos, lechuzas, búhos, cernícalos, etc.

Como es esperable por la biología de la especie, esta práctica tendrá como efecto la reducción drástica de la población invernante de lechuza campestre (por envenenamiento o por desplazamiento) y se extenderá en el tiempo, ya que evitará el posible establecimiento de una buena población reproductora. Por tanto, con el uso de veneno se acaba con la plaga y con quienes pueden controlarla o al menos mitigarla. Y, al mismo tiempo, se acaba con uno de esos espectáculos naturales que son dignos del mejor documental de naturaleza: verlas cazar durante las últimas horas de la tarde batiendo sus silenciosas alas sobre el terreno a baja altura, lanzándose en picado cuando descubre una presa (como en este vídeo), e incluso formando pequeños grupos o “dormideros”.

Un nuevo predador

En realidad, poco se puede considerar que estas aves duerman. Durante el día, y a pesar de su plumaje tan críptico y su tamaño (33-40 cm de longitud, 90-105 de envergadura) han encontrado en sus zonas de invernada cómo aparece un nuevo depredador: el águila calzada, una rapaz que hasta hace una década apenas invernaba en la costa levantina. Por las mañanas, suele ser el vuelo bajo de esta rapaz la que descubre la localización de búhos campestres en grupos. De hecho, en sí mismo, el efecto de protección del grupo es lo que les salva de ser predadas, y nos permite disfrutar de ellas defendiendo su posición y lugar de descanso al paso o ataque de una de estas rapaces.

Este período es posiblemente el mejor para buscar ejemplares solitarios o pequeños grupos acercándose a los humedales costeros que mantengan campos de rastrojos y pastizales, principalmente en el marjal de Nules, marjal de Almenara, marjal del Moro, l’Albufera y marjal de Pego-Oliva. Como en otras aves, lo mejor que el observador puede hacer es observarlas y fotografiarlas resguardado y sin interrumpir sus lances de caza. Y para eso pocos lugares son mejores que el propio coche.


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