De París a Marrakech, la ruta del clima que necesita acción

La Cumbre del Clima número 22 se celebra entre el 7 y el 18 de noviembre en Marrakech con el objetivo de poner en práctico el ya mítico Acuerdo de París de la COP 21, que propone evitar que la temperatura media del planeta supere los dos grados de media antes de final de siglo. Hechos y acción son las palabras más esgrimidas entre los analistas, negociadores, científicos o ecologistas para concretar esas intenciones, que obligan a la reducción drástica del uso de combustibles fósiles. Samarucdigital también estará presente en Marrakech para ofrecer nuestra personal versión de los hechos.

Este año la Cumbre del Clima se reúne en uno de los puntos calientes del cambio climático en el mundo. Marruecos, como el resto del Magreb, y los países del sur mediterráneo, están especialmente afectados por la sequía y el avance del desierto. Es, además, una cita importante porque es la primera cumbre que se reúne después tras del gran salto hacia adelante que supone el insólito Acuerdo de París. La COP22 de Marrakech debe convertir en hechos y mecanismos concretos las buenas voluntades expresadas en la COP21, donde 195 países se comprometieron a reducir sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) para evitar que la temperatura  media del planeta no supere los dos grados respecto a los niveles preindustriales, e incluso intentar dejarlo en 1,5. El Acuerdo entró en vigor el día 4 noviembre  sólo 11 meses después de su aprobación, un tiempo de record dentro de los siempre dilatados calendarios de la alta política climática que se mueve entre moquetas. Su hermano mayor, el Protocolo de Kioto, tardó casi 8 años en ser ratificado, y sus objetivos no eran tan ambiciosos, al menos sobre el papel.

Incoherencia con la realidad

A pesar de las buenas intenciones hay “una incoherencia” entre lo que dicen los planes que han presentado los gobiernos y lo que exige la realidad como evidencian analistas como el economista ambiental Antxon Olabe,  que recuerda que al planeta “le sobrarán entre 14 a 15 gigatoneladas de emisiones antes de 2030”, que es aproximadamente la cantidad que emite anualmente China, el país que más contamina del mundo. El gigante asiático se ha comprometido a que el 20% de su energía proceda de fuentes no fósiles en 2030. Cada estado debe presentar su propio plan, la Unión Europea pretende una reducción de emisiones para los estados miembros de al menos un 40 por ciento respecto a 1990. Informes como el presentado entre otros por Robert Watson, expresidente del IPCC, reconocen que limitar la subida de la temperatura media a 1,5º es ya prácticamente inalcanzable y el objetivo de los dos grados está muy lejos de ser posible porque los compromisos de los países son insuficientes. Los debates de la cumbre Marrakech deberían centrarse en acelerar la descarbonización atendiendo los mensajes urgentes de la comunidad científica.

El Hombre que sabía demasiado

La ciudad marroquí ofrece un simbolismo especial para la conversación, la negociación y regateo. A escasos quilómetros de donde se desarrollan las sesiones de la COP22 bulle Jamaa El Fna, la plaza más famosa de África, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, donde cuentacuentos, encantadores de serpientes y toda clase de buscavidas intercambian información entre puestos de naranjas, caracoles o menta, siempre a la busca del turista despistado. Un lugar emblemático que recorrieron James Stewart y Doris Day en el rodaje de El Hombre que sabía demasiado,  una de las tramas de conspiraciones internacionales que tanto gustaban a Alfred Hitchcock. En la COP22 los personajes son bien distintos, enfrascados en eternos y espesos debates sobre tecnicismos y porcentajes que al final, después de largas jornadas de suspense mucho menos trepidantes que las ideadas por el director de Vertigo, influirán decisivamente en el futuro climático del planeta. Samarucdigital también tiene previsto pasarse para allí para comprobarlo sobre el terreno.


100.000 millones de dólares

Como siempre una parte clave en la cumbre es el dinero. En esta ocasión sigue pendiente el debate de cómo cumplir la promesa para reunir 100.000 millones de dólares anuales entre los países ricos (estados y entidades privadas) para destinarlos, hasta 2020, a la adaptación al cambio climático de los menos desarrollados. Un dinero que debería emplearse, entre otras cosas, en mecanismos de adaptación como las energías renovables, ahorro de agua o eficiencia energética. De hecho el gobierno marroquí ha desplegado todos sus encantos ante los dirigentes de la COP22, para exhibir sus planes de innovación en renovables con importantes inversiones en energía solar en colaboración con consorcios de otros países. En cualquier caso los países receptores de fondos deben reducir sus emisiones de efecto invernadero a cambio, porque de lo contrario la inyección de los 100.000 millones puede ser “pan para hoy y hambre para mañana”, como reconoce el analista Atxon Olabe.

Un tema vital en el reparto de esos fondos es el futuro de la agricultura, base de la alimentación planetaria y un sector económico prioritario en África. La adaptación requerirá cambios en usos culturales y de selección de cultivos que demanden menor cantidad de agua y de menor calidad.  Rodolfo Canet, del Centro para el Desarrollo de la Agricultura Sostenible-IVIA, recuerda que la agricultura es una fuente de energía y de materias primas  decisiva para hacer frente al calentamiento global. Canet asegura que “los cultivos más resistentes al cambio climático son aquellos que pueden desarrollarse en un amplio rango de condiciones climáticas y viceversa. En una comunidad tan diversa climática y geográficamente como la Comunidad Valenciana, y no teniendo en cuenta los condicionantes económicos, puede verse la gran extensión de algunos cultivos que ocupan zonas con claras diferencias climáticas. Por el contrario, cultivos con especial sensibilidad a algunos de los principales problemas que está trayendo el cambio climático como la menor disponibilidad de agua, la excesiva salinidad de la que se dispone o la falta de horas de frío, son los menos resistentes al cambio”. E referencia a un de los cultivos más extendidos en el territorio valenciano Canet asegura que “no creo que los cítricos sean desaconsejables en las condiciones actuales o esperables en el marco de una sociedad que se está enfrentando activamente al calentamiento global.” Tradicionalmente especies mediterráneas adaptadas a estas condiciones son el granado o el almendro, aunque una cosa son las demandas ecológicas del cultivo y otra su interés comercial.

El avance del Sahara

El clima como foco de conflictos o contexto que los agrava es ya un hecho en varias partes del mundo.  En el momento del inicio de la guerra en Siria, el país sufría la peor sequía que ha tenido en 100 años. Patricio García Fayos, del Centro de Investigaciones sobre de Desertificación, (CIDE-CSIC), explica que se ha detectado “una tendencia a la expansión del Sahara” que al final influirá en la disminución de vegetación y la mayor aridez del área mediterránea. En el continente europeo las zonas más cadentes están en Almería, Murcia y el sur de Alicante. García Fayos avanza que la falta de precipitaciones podría hacer que “vayan muriendo las especies que consumen más agua” como el escaso bosque caducifolio, robles, encinas o pinos.  Un caso relacionado es la gran mortandad de masas de pino propiciadas por la expansión de la plaga del tomicus, acelerada por la sequía. El investigador del CIDE propone para prevenir este escenario que, de manera preventiva, las reforestaciones se realicen plantando menor número de ejemplares por espacio para que puedan compartir mejor el agua.

En otras partes del mundo el problema es la elevación del nivel del mar que amenaza la supervivencia de varias islas estado. En cualquier caso la COP22 deberá plantear métodos concretos para seguir avanzando lo más rápidamente posible en el cumplimiento de los compromisos adoptados en París, porque el clima no espera a nadie y sigue cambiando.

Etiquetas