Agroecologia Vs Agroindustria

En este marco de sombras apocalípticas prospera la agricultura ecológica y la agroecología. Son dos conceptos basados en uno, el cultivo sin agroquímicos.

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Durante mi infancia madrileña, mayo era el mes de los espárragos y de las fresas de Aranjuez. Todas las que se vendían en las fruterías de la capital procedían del valle del Tajo de Aranjuez. La industria agroalimenaria estaba en sus rudimentos. La población, toda la población, incluidos los más ricos, se alimentaba de las frutas y verduras de temporada que llegaban a los mercados de abastos.

Supongo que en Valencia sería igual, pero con los productos más variados y más frescos. Ni aquí ni allí había tomates en diciembre, ni naranjas en agosto. No había judías verdes en enero, ni alcachofas en noviembre.

Hoy, la producción bajo plástico ha roto ese círculo vicioso o virtuoso, según se mire. El invernadero y las cámaras frigoríficas, es decir, el transporte a larga distancia de productos imposibles o exóticos fuera de su temporada, ha inundado un mercado ya pletórico.

La agricultura convencional, con sus pesticidas, sus insecticidas, sus abonos sintéticos, la , ha dado de comer a mucha gente, como sostienen sus incondicionales. Los super-camiones frigoríficos cruzando Europa en dos días, los barcos preparados para transportar a grandes distancias productos perecederos, los mismos aviones que llevan en un suspiro berenjenas de los feraces campos de Marraketch a los páramos rusos, han convertido un mercado que hasta hace medio siglo era local o regional en un mercado... global.

¡Global! ¡Inflada palabra! Como globo aerostático que cruza los cielos ignorante de las tormentas que se avecinan.

La agroindustria, la agroquímica, la agroglobalización también han traído inconvenientes, tempestades que agitan la barquilla del consumo.

Tierras agostadas, plagas resistentes a todo antídoto sintético, consumo desproporcionado de agua y de combustibles, ruina de cosechas enteras por superproducción, guerras comerciales internacionales con las patatas o los pimientos víctimas incruentas en las cunetas...

La esperanza orgánica

En este marco de sombras apocalípticas prospera la agricultura ecológica y la agroecología. Son dos conceptos basados en uno, el cultivo sin agroquímicos.

Pero la hunde sus raíces en la tierra con verdadero ahínco. Limita su producción a lo que cada lugar ofrece de modo natural a lo largo de las estaciones, no utiliza invernaderos. Distribuye las frutas y verduras en un radio no superior a los cincuenta kilómetros. Propicia los cultivos en pequeña escala y favorece su combinación, su diversidad, para ahorrarle esfuerzos al sustrato. Procura consumir la menor cantidad posible de combustible en los trabajos de siembra, mantenimiento, recolección y distribución.

Así trabajan la tierra decenas de miles de campesinos jóvenes en Europa y en Norteamérica.

En Centro y Suramérica son millones los campesinos que llevan siglos trabajando así, porque no tienen más remedio; las grandes producciones agroindustriales o les marginan o les expulsan. Esto ha dado lugar a la idea de , que defiende que cada territorio produzca lo que puede consumir, más lo que puede intercambiar con  territorios próximos.

Es admirable, encomiable, que haya miles de personas en la Comunidad Valenciana que practican la agroecología, que o en lo que se llama CCC, circuitos cortos de comercialización, que procuran atenerse a las normas del cultivo orgánico, con certificación del (Comité de Agricultura Ecológica de la Comunidad Valenciana), en su página web se encuentra el directorio de los productores, empresas e importadores agroecos en la CV) o con los llamados Sistemas Participativos de Garantía (SPGs), en los que los consumidores habituales y los labradores vecinos certifican la calidad bío de los productos.

Casi siempre se trata de jóvenes cualificados, ingenieros superiores de agroganadería, ingenieros técnicos, capataces con formación profesional; y también algunos que han encontrado en el cultivo de la tierra una salida a su inacabable desempleo. Muchos de ellos carecen de certificación oficial o de tercera parte, es decir, se ganan la vida como pueden distribuyendo cestas a sus clientes más próximos.

Panorama prometedor y paradójico

El es este: España es el país de la Unión Europea con mayor extensión y mayor producción agrícola orgánica certificada, y el cuarto del mundo. Cerca de los dos millones de hectáreas (la mayoría en Andalucía, plantas forrajeras, olivo y cereales). Más de treinta mil productores (la mayoría en Cataluña, Asturias -ganaderos-, Andalucía y la Comunidad Valenciana. Eso significa que la mayoría aplastante de los cultivadores bio españoles son pequeños empresarios.

Esta faceta certificada, oficial, es la que crece como la espuma gracias a la exportación, que suma las cuatro quintas partes de la producción bío española

Es decir, que llevan productos alimenticios orgánicos a miles de kilómetros.

Observe el lector que los dos sistemas conviven, son compatibles, el que busca rentabilidad para dar una vida decente a los que cultivan bío, y el que practica un compromiso ético basado en el mercado local.

Además de estas dos opciones de agricultura orgánica, se mueve por el mundo una plataforma que tiene un pie en lo orgánico y otro en lo convencional. Se llama “Agricultura Sostenible y de buenas prácticas”. Está por ver si Intenta conciliar lo mejor que tienen estas opciones o solo aprovechar la ventolera orgánica en beneficio de los grandes productores.

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