El hombre de las Plantas

Si Joan estuviera vivo, sería uno de nosotros. Un samaruc de marjal pero nunca de zonas húmedas, partes del cuerpo humano centímetros más abajo del ombligo. La muerte del etnobotánico y médico de Bellreguard, Joan Pellicer, nos sorprendió el 5 de febrero de 2007.

Nueve años después se preparan una serie de actividades para homenajear el hombre que recorrió el territorio diánico convirtiendo en ciencia la tradición popular relacionada con las plantas. La novedad, es la posibilidad de consultar su Tesis Doctoral, todavía no publicada, en la web. Facilidades de un mundo digital que Pellicer no llegaría nunca ni a imaginar.


2006, hacia el Año Joan Pellicer.

Joan Pellicer será el primer hijo predilecto de Bellreguard, su pueblo. El expediente de nombramiento se aprobará en el pleno del 23 de abril y para marzo se prepara un acto de homenaje con el reto "de asumir la herencia intangible de este jornalero de la cultura", en palabras del regidor Jaume Borràs.

La noticia, coincide con el grato conocimiento, por parte de Samarucdigital, de la posibilidad de consultar y descargar la tesis doctoral de Joan Pellicer con el título “Investigaciones Etnobotánicas en el Territorio Diànico o Comarcas Centrales Valencianas”. La web de acceso es Repositorio de Objetos Digitales para la Enseñanza, la Investigación y la Cultura de la Universitat de València. Leída el 2005 por el etnobotánico y médico de la Safor ninguna entidad se ha decidido a publicarla hasta ahora.

2016 se convierte así en un tiempo de transición hacia el que será El Año Joan Pellicer.

El Museo Etnológico de Valencia anunciaba a la última edición del Premio Bernat Capó a la Divulgación de la Cultura Popular (Joan Pellicer estuvo el primero galardonado el 1999), la voluntad de reivindicar la figura del etnobotànico a lo largo de 2017. Entre las actividades previstas, una exposición fotográfica sobre el trabajo de Pellicer.

Buen momento para plantearse clasificar y digitalizar los centenares de diapositivas inéditas realizadas por Joan a lo largo de su vida.

Desde el entorno familiar, y círculo de amigos más próximo, se ha puesto en marcha el proceso de constitución de la Fundación Joan Pellicer, con voluntad de abrirse a la gente y sumar las instituciones académicas donde Joan trabajó y colaboró.

El pueblo, que tanto lo ha querido, ha mantenido viva su memoria desde el momento del traspaso. Destacar acciones como la del Centro Cívico del Valle que lleva su nombre, la Ruta Cicloturística de Miramar, el Jardín Botánico de la Almendra de Paja de Carrícola o La subida anual al Mondúber.

La Herencia.

Joan tenía 59 años cuando murió. Joven, demasiado joven y con mucho trabajo por finalizar. A pesar de ello, nos queda la herencia en forma de libros (Herbari breu de la Safor; Bellreguard, verd esguard; De la Mariola a la mar: viatge pel riu Serpis; Flora pintoresca del País Valencià; Costumari botànic Meravelles de Diània: camins, paratges i paisatges de les comarques centrals valencianes; Herbes medicinals al País Valencià; Lluors de Gaia: paisatge, flora i fauna de la Safor; Castells de la Safor; Ullals de vida: les zones humides al País Valencià; Vademècum de remeis populars diànics) y programas de televisión (Les Nostres Plantes, Remeis al Rebost, en Gandia TV) que lo mantienen vivo en la memoria colectiva.

La Diània de Pellicer.

Joan Pellicer, se autodefinía como uno entre tantos en un lugar de la tierra, emulando Vicent Andreu Estellés, pero el tiempo lo rescató del anonimato y lo ha convertido en inmortal gracias a su obra. Sólo hay que releer su poema, Cant Perdut, para activar en nuestra memoria la defensa enconada que hacía de la cultura popular y su rebeldía frente a un malentendido progreso destructor de la Ruralia.

Pellicer estaba convencido que con el transcurso del tiempo, la investigación etnobotànica, la suya y la otros científicos, tendría utilidad práctica a todos los niveles, desde la medicina a la agricultura, pasando, imperiosament, por la cultura, en un mundo donde los recursos naturales no se derrocharían y la vida sería sencilla y ecológica.

Jornalero de la cultura, para unos, Cavanilles valenciano, para otros, la verdad es el papel protagonista de Joan Pellicer, en palabras suyas, para “mostrar la autoridad de nuestros vegetales en la tradición popular del territorio diánico.

Su Diània era de carne y hueso. De tierra y agua. De ruda y robusta arquitectura rural. De conversación y polvo. Disfrutándola palmo a palmo, describió los usos tradicionales de 500 plantas mediterráneas en su tesis doctoral. Lo hacía desde el placer delirante de tragarse la tierra. Perdido entre bancales y montañas. Bajo la sombra de una parra en la casa hecha de madera y cal, con la dulzura en los labios de un higo acabado de cosechar, ya fuera poletano, blanco vero, de la gota de la miel, sangre de rocín, verdal, carabasseta, maueta o culo de burro. Un hombre entre tantos en un lugar de la tierra: la Safor y Marina, donde el verano es seco y se remoja con el agua fría del pozo o la balsa de regar.


Divulgador en un medio hostil.

Como divulgador de la ciencia en un medio hostil como fue la televisión, el hombre delgado y de rico léxico enamoraba la cámara y hechizaba a los espectadores.

Durante ocho años, Pellicer estuvo al frente de “Les Nostres Plantes”, en el programa Medi Ambient de Radiotelevisión Valenciana, desde donde nos regaló las características principales, botánicas, médicas, gastronómicas y culturales, de más de 200 plantas.

La primera fue el romero, la última el timón y por el medio desde especies exclusivas del Pais Valenciano, las menos, a las falsamente llamadas Malas Hierbas por la agricultura intensiva. Joan las quería dignificar y lo consiguió.

Nueve años después de su muerte, conservamos la imagen y el sonido del gran erudito valenciano.

A pesar de la imposibilidad, momentánea, de acceder al material audiovisual, propiedad de una Televisión Autonómica cerrada (ay, si Joan abriera los ojos!), el legado científico de Pellicer está custodiado por profesionales del Departamento de Documentación de RTVV. De aquí, la importancia de reivindicar la titularidad públicadel ente. Joan Pellicer es patrimonio de todos los valencianos.

Joan Pellicer en la Red.

Acertaríamos si le adjudicamos una obstinada negativa a transformarse en un hombre digital.

Las herramientas de trabajo de Pellicer, la vieja cámara de fotos y el desgastado radiocasete donde grababa las entrevistas de la gente mayor, habrían sobrevivido la web 2.0. Pero, gracias a la sociedad de la información, del intercambio de contenidos multimedia, del mundo de las interacciones virtuales, tenemos a Joan a un sólo clic.

Sólamente hay que hacer una investigación en los buscadors de internet para observar maravillados como el hombre de las plantas toma vida.

Uno de las cuentas de Youtube recomendados es, sin duda, el del también etnobotànico Daniel Climent, de quié el programa Medi Ambient tomó prestado el nombre de la sección “Les Nostres Plantes”. Os reencontraréis con Joan Pellicer, con un perfecto etiquetado de la especie protagonista de cada intervención del etnobotànic desaparecido, así como con otros contenidos audiovisuales excepcionalmente interesantes en relación a los usos tradicionales de la botánica.

Nos hemos referido al Premio Bernat Capó por la Divulgación de la Cultura Popular, también al Cavanilles del Centro Excursionista de Valencia, y a título póstumo y dedicado por el equipo de Medi Ambient, el Jaume Primer de Comunicación Audiovisual.

Estoy convencida, pero, que a Joan le gustaría más que lo recordamos perdido entre montañas o, como mínimo, sentado a la mesa del bar del pueblo con un carajillo caliente buscando inspiración en diosas y ninfas. Desde Samaruc Digital esperamos con ansia el 2017 para dar fe del merecido reconocimiento al Hombre de las Plantas.

Al amigo Joan.

Un día de televisión con Joan Pellicer en el Condoig.

Joan Pellicer tenía casa junto al mar en la playa de Miramar. El equipo de Medi Ambient, encabezado por José Manuel Alcañíz, el periodista fijo de “Les Nostres Plantes” pulsó el timbre mientras cruzábamos los dedos deseosos que aquél día “El hombre de las Plantas”, no hubiera decidido darse un baño tempranero de invierno en el Mediterráneo.

No nos hizo esperar. La puerta de la calle se abrió regalándonos la sonrisa despistada y la mirada infantil de Joan.

Grabar con Pellicer era una odisea, el destino siempre era una incógnita, además de negarse a pisar cualquier autopista destructora del paisaje. Había nevado en la Safor y hacía un frío que pelaba.

-Donde nos llevas hoy, Joan?, le preguntó Alcañíz.

-Al Condoig! El otro día vi la Lengua de Cérvol (Asplenium scolopendrium), respondió emocionado.

Desde Miramar, nos dirigimos hacia Beniaia, en la Vall d’Alcalá, por caminos helados y nevados. Entre saltos, la furgoneta avanzó hasta que un campo de cultivo nos obligó a poner los pies en el suelo y andar. Joan hacía de guía. Detrás, el equipo televisivo, con un trípode que pesaba un muerto, la vieja cámara de vídeo y bolsas y bolsas de material técnico.

En un santiamén, nos adentraremos en un fabuloso paraje húmedo y frondoso donde todavía se conservaba algún recorte de Laurisilva. Joan Pellicer, eufórico, más que andar, volaba como un animal salvaje. Por fin, en el interior de una pequeña cavidad comprobamos que el día sería provechoso. Allí teníamos la Lengua de Cérvol.

Satisfecho, mientras preparábamos el encuadre para su intervención, Joan saltó arriba de una roca que a modo de plataforma que le servía de escenario para declamar párrafos de Moby Dick, enamorado como estaba del personaje del capitán Agag.

Cuando le preguntamos si estaba listo, sacó una ficha marchita por el uso y sentado bajo un árbol repasó los usos populares de aquella planta cavernícola de hoja entera y alargada, común en los bosques de clima atlántico y que a nuestro territorio encontramos casi exclusivamente en el interior de cuevas como la de la Font del Condoig.

Enfrentarse a la cámara era para él un reto. La respetaba y temía. La miraba furtivamente, cogía aire y se hacía el milagro. La máquina del ojo gigante lo adoraba y su habla se convertía en música. Le pregunté porque elegía palabras enrevesadas y más bien en desuso. Lo tenía claro: yo hablo como la gente mayor. Las palabras acabarán perdiéndose porque la cadena de transmisión se rompe.

No sabía Joan. No sabíamos nadie que la que estaba acabándose era su vida.

Rehicimos el camino hasta la furgoneta que sólo pudo recorrer unos metros. Derrapando sobre el suelo helado, como un juguete quedó colgada en un barranco empinado, entre el asfalto y un almendro torcido. El día siguiente dos grúas la rescataron. Volvimos a Beniaia sobre un tractor agrícola gracias al amigo Juanjo de la Gallinera.

Joan llevaba dos bolsas de plástico a los pies para aislarse de unos zapatos totalmente empapados y una pequeña manta sobre los hombros. No podíamos consentir que cogiera un resfriado. El día siguiente le daban el premio Cavanilles del Centro Excursionista de Valencia.


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