Estos días asistimos, como todos los años en estas fechas, a un gran espectáculo en l’Albufera de València. Al son del motor del tractor y el traqueteo de gàbies (ruedas de hierro de los tractores) centenares de aves, gaviotas reidoras, garcillas bueyeras, garcetas comunes y moritos, aparecen en grandes bandos en el cielo de los arrozales de l’albufera componiendo una sinfonía visual única de gran belleza. Las aves, por lo general huidizas, saben que el tractor no es una amenaza y bailan a su alrededor en su gran festín gastronómico. 

Se trata del fangueig, fangueo en castellano, con el que comienza el ciclo del cultivo de arroz en l’Albufera. Sucede entre los meses de enero y febrero, cuando los arrozales se van vaciando del agua de la perellonà. Los tractores con sus gabias aran la tierra aireándola y mezclando la paja restante de la cosecha del año anterior con el barro para que se pudra. Las aproximadamente 15.000 hectáreas de arrozales que alberga el Parque Natural de l’Albufera generan una gran cantidad de paja, hoy por hoy improductiva, cuya retirada de los arrozales es uno de los problemas de este cultivo que aun no ha encontrado solución definitiva en l’Albufera sin que, de alguna manera, afecte al ecosistema. Un problema que hemos tratado en diferentes artículos y reportajes en SamarucDigital. 

El problema de la paja del arroz es su putrefacción en los campos que ennegrece las aguas y las deja sin apenas oxígeno, la anoxia. Un fenómeno que tiene efectos negativos sobre la biodiversidad de la laguna y sobre todo en la fauna bacteriana que infecta las nuevas plantas destruyendo muchas de ellas, recortando o poniendo en peligro, incluso, la siguiente cosecha arrocera. Un problema que pone de manifiesto la fragilidad de un ecosistema acuático y su convivencia la explotación por el hombre de sus recursos.

El fangueig es una las tres soluciones que se tiene al problema de la paja del arroz. Las otras dos son la retirada y la quema. La quema está prohibida por Europa, causaba la contaminación del aire y grandes molestias en los pueblos y cercanías de València, sólo se permitía excepcionalmente por parte de Consellería de Transición Ecológica hasta el año pasado. La retirada es la solución más ecológica y sostenible junto con el fangueig.