De la huerta a las plazas

El éxito del dia 31 de enero a la plaça de l'Ajuntament de València ha sido tan contundente, que el consistorio está trabajando de firme para que los consumidores puedan comprar directamente a los productors. En este artículo informamos de las diferentes possibilidadess que se barajan.

Unas semanas después del festival agroorgánico de la huerta de València en la Plaza del Ayuntamiento de la ciudad (“De l'Horta a la Plaça”), el domingo 31 de enero pasado, vale la pena revisar lo que fue, lo que ha supuesto y aquello en lo que puede devenir. SamarucDigital ha compendiado una serie de entrevistas realizadas a lo largo de aquella jornada. Pueden encontrarse en el vídeo que acompaña este artículo.

No existen datos medidos de la concurrencia. Fue multitudinaria. La plaza estaba tan llena como un día de mascletà de Fallas. El evento fue planificado y organizado con precisión, gracias a la experiencia de quienes lo coordinaron desde el Ayuntamiento y en relación con los agricultores, grupos de consumidores e instituciones y organismos cívicos relacionados con el medio ambiente y la agricultura ecológica. Pero nunca imaginaron que fueran a sobrepasarse las mejores expectativas.

En la explanada de la plaza, allí donde suelen colocarse los masclets y los cohetes, se instalaron noventa puestos o “paraetas”. 15 eran institucionales. 35, de productores y transformadores. 10, de empresas didácticas, de integración social, etc. El resto, colectivos sociales tipo Ecollaures, Soberanía Alimentaria, Cerai, etc.

La experiencia del día 31 de enero fue una puesta en escena ante la ciudad de lo que se produce en su huerta, la riqueza que almacena, sus posibilidades, su interés ciudadano.

Foto: Fernando Bellón

Un proyecto complicado para repetirse

Una experiencia tan desbordante que parecía indicar que tendría que repetirse. De hecho se habló de abrirla los últimos domingos de cada mes. Pero una vez analizado con serenidad el acontecimiento, se han leído los resultados con ojos másrealistas. Ocupar la Plaza del Ayuntamiento de Valencia con puestos de frutas y verduras una vez al mes es un proyecto complicado.

Las desventajas superan a las ventajas. Es cierto que los agricultores vendieron su género en cantidades inimaginadas. De hecho, algunos puestos se quedaron sin productos a media mañana. Aunque esto no se repitiera cada jornada de “L'Horta a la Plaça”, acumular bienes perecederos para una mañana mensual es algo problemático para la mayoría de ellos, pequeños labradores.

Por otro lado están los esfuerzos logísticos. Los puestos empezaron a instalarse a las siete de la mañana y a desmontarse a las cuatro o a las cinco de la tarde. Una jornada agotadora para personas que pasan los días de la semana de sol a sol en el campo, y el sábado montan su “paraeta” en un mercado local, Godella, Port Sa Playa (los domingos) o el Vedat de Torrent.

Intereses en conflicto

Y por fin están otra clase de dificultades, las burocráticas y las que generan los intereses no siempre reales en conflicto. Sobre esto último, son un tanto escandaloso los rumores que se difundieron (nunca comunicados explícitos) sobre el disgusto que había creado “L'Horta a la Plaça” en grandes almacenes y en pequeños comercios autorizados a abrir en festivo. Argumentar que el mercado ecológico les privaba de clientela es una solemne falsedad. En todo caso, ocurre lo contrario.

En cuanto a los conflictos burocráticos, el principal es el que emana de otro tipo de competencia, es decir, la concejalía de Abastecimientos y Mercados tiene la última palabra en este asunto. Si pudo celebrarse el festival agroecológico y de proximidad fue porque era un hecho excepcional, en el que se pusieron de acuerdo la concejalía mencionada y la de Agricultura y Huerta.

Para explotar bien la experiencia, ambas concejalías mantienen conversaciones que desemboquen en alguna solución satisfactoria para todos los implicados.

Ataque de ‘primermundismo’

Se trata de que la alimentación vuelva a la calle, donde hasta hace no mucho estaba presente, hasta que las ordenanzas municipales tuvieron un ataque de “primermundismo”, y consideraron que eso de vender lechugas o longanizas en una plaza era un ejemplo tercermundista que había que erradicar.

Se temía que los zocos alimentarios callejeros se convirtieran en zocos africanos o latinoamericanos, insalubres y caóticos. A parte de que no son ni una cosa ni la otra, y cualquier turista que haya visitado el Magreb o Brasil puede acreditarlo, la imagen del zoco está contaminada por una incómoda “memoria histórica” que no tiene nada que ver con la vitalidad de los mercadillos, cuando éramos pobres.

Los únicos mercadillos existentes en la ciudad de Valencia son los de ropa, cacharros y algún puesto alimentario debidamente autorizado. En cierta medida, se van convirtiendo en mercados de ropa de segunda mano, cuya “trazabilidad”, es decir, cuyo origen, es casi imposible de verificar.

El Partido Popular en el Ayuntamiento de Valencia ha presentado una moción o protesta o demanda, asegurando que un mercado alimentario al estilo de “L'Horta a la Plaça” crearía agravios comparativos con los vendedores de los mercados de distrito existentes. Pero si esto es crear una competencia desleal, ¿qué puede decirse de esos mercadillos de ropa y de cacharros? Poca cosa, porque no hay tal competencia desleal.

Lo sustancial es cambiar la imagen de los productos de mercadillo, exigiendo y ofreciendo calidad. En el caso de la alimentación, la calidad que le otorga el valor que tienen los productos de la huerta en sí mismos, al ser venta directa de quien los produce con el mayor de los cuidados y esfuerzo.

La ordenanza municipal (en la ciudad de Valencia) que regula la venta no sedentaria (callejera) deja fuera la alimentación (salvo en casos puntuales, como ferias, etc). No se puede vender alimentos de continuo en la calle. Así pues, es preciso modificar esta ordenanza. Es algo que se halla en proceso de revisión, y que las dos concejalías mencionadas negocian. Mientras tanto, se barajan otras posibilidades.

Fomentar las “tiras de contar

Foto: Fernando Bellón

Una de ellas es fomentar las “tirea de contar en los mercados de barrio o de distrito. Se trata “tiras de contar” semejantes a la de Mercavalenciapero en menor escala y a horarios de mercado convencional. Esta posibilidad existe, está abierta, aunque se ha perdido en casi todos los mercados, salvo en el del Cabanyal donde cada jueves los agricultores registrados, ofrecen al público sus coles, sus tomates, sus alcachofas o sus zanahorias.

El proceso consiste en consensuar las acciones que se hayan de emprender con grupos de consumidores, vendedores de mercados de distrito y productores. Tampoco hay tantos de estos últimos preparados o dispuestos a un trabajo extra, mientras los beneficios no estén contrastados y asegurados, es decir mientras no se cree un mercado de consumidores fieles, un proceso largo y de hilar muy fino.

Los mercados de distrito

Otra posibilidad que barajan las concejalías de Agricultura y Huerta y Abastecimientos y mercados es la de dedicar en mercados de distrito nuevos puestos a frutas y verduras ecológicas y/o de proximidad (se trata de no excluir a quienes producen eco sin certificación oficial, acogiéndose a los Sistemas Participativos de Garantía SPG ). Algunos de estos mercados están en decadencia, y lo primero que hay que hacer es revitalizarlos.

Foto: Fernando Bellón

En todo caso, nos dicen desde el Ayuntamiento, lo que quieren es fomentar el renacimiento de una actividad que existía o que todavía existe, pero sin grandes inversiones como la reforma monumental de mercados. La clave no es remozar la imagen externa, sino dar vida interior a esos mercados moribundos con pequeños productores y pequeños transformadores.

Por último, está la posibilidad de vender alimentación en los mercadillos semanales instituidos en los barrios. O incluso crear nuevos mercadillos específicos de alimentos.

Pero esta panoplia de situaciones posibles requiere tiempo y conversaciones a varias bandas. El objetivo del ayuntamiento de Valencia es realizar este trabajo silencioso y costoso con calma y buena voluntad. Y, llegado el consenso, realizar las reformas administrativas y reglamentarias precisas para poner en marcha un nuevo camino que beneficie a consumidores y productores y elimine intermediarios.

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